
Nada comienza sin la muerte; el comienzo implica final.
El final deja de existir, mientras el colapso, la guerra, el abandono...
Oigo al viento pasar entre los árboles,
la constante armonía que provocan y esa piel suave
a treinta grados de calor.
El espejo no regresa más que una infame ilustración de los vacíos,
un velo rasgado que se mueve tristemente,
como en la obligación de una tarde aprisionada
entre el calor, la soledad y una desconocida piel.
Es el comienzo, una vez más,
una vez más...
Es el comienzo y el final, que reaparecen
y se expulsan a sí mismos.
Es el inicio de una frase terrible
que prefiero no omitir...