Destino

Lucía Cánobra Pompei


















Camino en solitaria
escuela forma sobre el clima frío
de montaña

Suaves voces me separan de la ruta
fácil cálida feliz en el descenso

Duermo sobre flores
canto el código de imágenes azules
Quiebro ramas ordenadas

Bajo el simple efecto de la luz
La ciudad permanece en el silencio
de los días

Miro el agua
y las pequeñas olas
se rebaten cristalinas sobre mí
sobre los inicios
sobre nosotros






Buenos Aires, abril 2011









Metamorfosis

Lucía Cánobra Pompei
















Sobre mi brazo
             entibia el vuelo
La espera amarga
De las mariposas

Frente al aire
             espeso mi visión
El tranquilo regreso
Del larvario amante sin color









La segunda vez

Lucía Cánobra Pompei





















La bruma escapa a la ciudad
El desorden del cabello
Y las enormes manos bendecidas de una joya
Inexistente

Vuelvo al aire, al mar, al barro
Soplo que la vida quita
Y me descanso entre sombras y el recuerdo

De un aspecto maldiciente.

Repetido el gesto en la cornisa
No despido antes de saltar
Nadie observa, nadie está

Hacia el vuelo, hacia la sangre
hacia el final.










La primera vez

Lucía Cánobra Pompei





















Tenía siete años, lo recuerdo como si fuera hoy. Toqué su ropa, tan sólo fue su ropa. Un abrigo verde y largo que le llegaba casi a los talones. Su rostro descubierto, casi a la par que su cabello rubio alborotado al viento. Su ropa limpia y ordenada. Sus manos suaves, blancas, imprecisas bajo el guante. Su caminar alegre y rápido...

Esa tarde se sonrió y no me dijo nada. Su voz suave no dijo nada. Su voz de trino, de aves en formación de triángulo. Su voz de especie desaparecida, mítica o incalculable... no dijo nada. Pero bastó, bastó para saber. Quizás, entonces, yo también le sonreí, no recuerdo. Es más, creo que el rubor -costumbre infame que aún me persigue- cubrió mi rostro y pude huir esbozando alguna excusa con un gesto.

Siempre, cuando me preguntan, digo que ese fue mi primer amor, a sabiendas que el amor no se construye de ilusiones, de rubor fácil o del roce viejo de un abrigo verde. Puede ser, pero aquel será siempre mi primer amor, más que nada porque me indicó el camino, que es distinto a decir que me hizo ser la que soy ahora, cuestión que no sé si agradecer; pero sí me señaló el camino... y lo seguí, y de eso, al menos de eso, no me arrepentiré jamás.




buenos aires, junio, 2010









Ciudad futura

Lucía Cánobra Pompei





















Es una ciudad extraña, tan normal, tan aparente,
que se envuelve en ella misma.
La posible reacción
regresa al tiempo del origen. El estudio, planificación,
caminata y concreción.




No me veo en los espejos.
Las vidrieras son vacías.
Una extraña me saluda con un beso.
Miro el suelo gris.
Me desnudo el cuello,
aqunque hace frío.




Barrio puerto en el vacío.
Enumero imagen, verso o mi ficción,
que no es ficción.
Grabo al borde del gran río,
mi voz débil, agrietada.




Una y otra vez la cinta
vuelve al punto del inicio,
dando suaves alaridos
y
palabras en desorden.




La ciudad futura se abandona.
En torno al aire negro
o las aves que respiran y se quedan.
Sólo un ave negra emprende el vuelo,
enfila hacia el poniente
sin mirar atrás.




Y en esa soledad de varios cientos,
una anciana mira el horizonte
como si en el fondo,
en el último respiro,
venga el aire nuevo,
que la empuje a continuar.
Un pequeño ruido me despierta.




Me levanto
y me encamino hacia el oriente;
entre callejones, vagabundos
y adictos al dolor.




Más que un beso en la mejilla,
beso oculto y previo.
Su caricia queda acá,
su llanto infante,
su desprecio.









Carta abierta a los que aún resisten

Lucía Cánobra Pompei

















Lentamente
se levanta el agua quieta
de esos charcos
Una fascinante herida
que rebalsa en el oscuro filo de esa noche

Cientos de personas
claman gritan se enfurecen
La afiebrada letanía
en cierta cumbre
de mis sueños

No hay ya culpa no hay remordimiento
Es el plazo que se cumple
en este año
Es la fecha del designio
del comienzo o del final

Los amigos
la familia lejos
y una embarcación vacía
que se arrastra mar adentro
en el vaivén artero de un oscuro amanecer

Desde esta sombra que soy yo
que no resiste
y que se aleja
Vivo el paso de los días
y acompaño en el dolor

Desta tierra bifurcada
miro entrego canto asombro
No soy nada no soy nadie
mas el grito que me eleva
es la sangre que yo envío

Duermo en la intranquila
afable denostada capital de la certeza
No recuerdo llamas o la oscuridad
de un callejón de madrugada
de aquel norte fijo en la montaña

Ya los sueños no me vencen
y la imagen
de aquel barco vuela o me revela
en un naufragio nuevo
más real que nunca

En ese río congelado
En el frío abrazo del desastre.






Buenos Aires, marzo 10










Puerto del olvido

Lucía Cánobra Pompei




















Adviene el canto místico,
la reflexión oculta de los paraísos y arenales.
Adjunta el bosque en su melodía,
el tintineo expuesto,
la procacidad de los veleros que se van y no regresan.

Esta ciudad nueva
y su puerto evaporado;
los estibadores ruegan a sus dioses por la lluvia
que no llega, que se escapa
y, sin embargo, moja.

La expansión del pueblo,
la ensoñación dorada y la caída en los peldaños.

Sin ribetes de un dominio inexistente,
vuelvo al aire dominada
en cierto y pobre ángulo extendido.

Ya las manos,
brazos,
piernas,
rezos y oraciones.

Ya las velas inflan
el recuerdo de ese viaje en que creí morir
a manos de tormentas,
vuelos
y naufragios.

En la arena quedo expuesta
a la violencia de las bestias.
No me tocan,
no se acercan.
miran desde lejos
cómo yo me pongo en pie
y me encamino hacia la carretera.










En mi flor me he escondido...

Emily Dickinson





















En mi flor me he escondido
para que, si en el pecho me llevases,
sin sospecharlo tú también allí estuviera...
Y sabrán lo demás sólo los ángeles.

En mi flor me he escondido
para que, al deslizarme de tu vaso,
tú, sin saberlo, sientas
casi la soledad que te he dejado.










Melodía en clave sostenida

Lucía Cánobra Pompei



















Frágiles, temibles cuerdas
en un golpe, tensa o actitud

Que resiste al viento, luz y espacio
La mirada entreverada
El sonido de esos años
La palabra extraña
El roce
Sempiterno adagio entumecido
Ya los dedos se congelan
Ya la vida se me escapa, se me va

La dedicación absurda al vuelo
Una infancia desterrada
En la enrabiada forma de tu piel

Una diosa que retorna
Y un oscuro verbo
Nos repele, nos revuelca
En lodo inexistente

Un sendero entre las nubes
Ese canto que repites en mi oído
En el postrero amanecer

Una habitación vacía
Tu vestido hecho pedazos
Una huella que se pierde al infinito
Entre las flores
La temible arena
Bajo el agua
El arquetipo de final o rueda
Y una dirección que apunta al fondo
Y nos separa
Una vez más...


a jd
diciembre 19








Adormidera

Lucía Cánobra Pompei





















Desde un ángulo imposible,
el verde espino de la sombra...
te recoge.

Considera el borde imaginado,
el tiempo entre las redes,
el cansancio.

Viste ansiosa
el desacorde trino de unos árboles
quemados,

y sin embargo ríe, sin motivo,
enrevesada
por la pena o por el fin de los caminos.

Se despliega enteramente
ante el asombro
congelado.

Se repite.
Se anestesia.
Se despide.









sánscrito

jazmín deformes
















el extraño fin de un accidente
en el puerto enjambre otra estación
que reaparece al fuego

sombras o fantasmas devenido asceta
por el río de oraciones
que fecunda el hábito de soles en silencio

la porción de luz innecesaria
en posición de loto ahogado
enfantasiada en el ocaso de este día que no existe
que no es más

en el sonido la violencia el parque
y esos niños que regresan
y tu voz que no remece cada noche

en el recuerdo
en aquella brisa que me expulsa
en la sinuosa entonación de la mañana










Procesión

Lucía Cánobra Pompei
Agosto, 2009





















Viérteme, sangrienta
a contraluz.

Viérteme en tu falda,
como en el transcurso de tus voces
que se ríen
o
que lloran
aduciendo a los enigmas,

desentrañas.

Viérteme la vida,
sacrifícame en tu ansia,
el anhelo de seguir.

Veo la ventana abierta,
sin poder cerrar,
sin poder huir hacia los bosques

en cenizas
de la noche interminable
o
más terrible.

Adivinas mi futuro entre las manos
enlazadas,
por gemidos y caricias
que recelan
a la furia del océano.

Me visitas cada noche,
me reviertes
en tu sombra que me cubre hasta el lamento
de las risas,
de tu espeso llanto
que consuelo a besos apagados
o
sombríos.

Vuelvo a ensimismar la melodía,
el piano extraña tu dolor
inexpresado.

Y en el susurro
vuelve cada vez,
soñando
una procesión hacia el collado
en que aducimos,
reencontramos
y la virgen de los ríos
nos recibe,

y nos da su bendición.









Envuelta en sábanas de plástico

por Lucía Cánobra Pompei





















Hablo en sueños,
despierto envuelta en un vestido negro,
la sala angustia en líneas rojas,
me levanto y vuelvo a despertar,
en un sino interminable
que no detiene el tráfago infernal,
o celestial.

Y regreso, una vez más,
y contesto esas preguntas:

¿Cuál es el aroma favorito?
¿En qué lugar del bosque está escondido tu secreto?
¿Dónde ubicas esa puerta?
¿Volverás?
¿Regresarás?





de Desembarcos y naufragios, 2007










El jardín de los vacíos

Lucía Cánobra Pompei





















Como un relámpago que cruza
las murallas,
el pasado incierto y la ansiedad

Canto
al paso de las aves
murmurando

El sino insostenible
de los mantras olvidados
o vacíos

Recipiente en seda,
cálidas mortuorias,
fantasía o libertad

Cambio el tono del registro
una suave nota
o golpeteo sobre la esperanza, o cuerda

Aquella no retorna
la entelequia pálida,
la interpretación feliz

De esta compañía indecorosa,
de caricias y abandonos
hacia el curso puro de los ríos

Su piel desnuda,
frágil, exacerva
la palabra en vilo de un laúd desvencijado

En su lamento cae,
extraña,
una gota de rocío en el cadáver

Sus cabellos hacia el cielo,
me sonríe el tiempo,
me aniquila

Me enternece la mirada de su ira.

El espacio o la explosión
de despedidas y violencias;
sangre en la mejilla,

Y otra noche expiro hacia el final,

La multitud cansada,
la expresión gastada
se resume en el aliento al vidrio,

Un vaho descompuesto
que me ubica en el antiguo vértice
rocoso, enmarañado,

Una mujer ante los vidrios
se refleja
en los cabellos en desorden,

El camino se estremece
y las sombras del jardín se difuminan
al asombro de mi fuego

De los tránsidos saludos
que reciben entre helechos,
anatemas

Y otros rezos en latín.









Expresión de santidad

Lucía Cánobra Pompei
Publicado en La caterva.
La Serena. Mayo del 2009.





















La pasión desnuda,
turca la explanada entre las nubes.
Bajo un cielo oblícuo, sin estrellas,
sin retorno al antro de las luces.

Cedo ante una enferma exposición,
caigo expuesta,
fráfil, entregada a la razón,
sin más defensa que mi exigua castidad.

Fraguo el golpe de martillo,
percutor renombre de otras frases
o palabras, simples rezos
de verdad cansada;

el anhelo sacro
de enviar mis pasos por delante,
hacia el tópico incipiente,
hacia esa plegaria en construcción.

Extraño el ser entre pilares,
suena el piso lacerado por fantasmas,
muertos o sacrílegos.
Sueño el canto, y lo repito cada noche,

entreverada la mañana,
insomne, impía,
flor de pétalos caídos,
mustia, vana en tu pagana compañía.

Floto en el jardín de enredaderas,
la oscura muerte no me espera,
mas mi rostro se contrae en llanto y ceño,
infiel producto de los fuegos y maderas.

Ella me sonríe junto a cruces;
reúne brazos, besos y caricias,
por la celda abierta el vicio se repliega
envuelto en ánimos sagrados, por sus piernas y las mías.









Extraña forma de salinidad

Lucía Cánobra Pompei















La minúscula expresión desprecia,
el antropófago demente corre,
acuoso, sereno,
sobre el insípido arenal.

Los cerros negros acompañan
la execrable danza-excusa
que arremete en el contorno de mi rito,
apenas olvidado.

Extraigo el saco, la arpillera
desde la violencia contenida por los días
de hambre,
exposición y encierrro.

La vitrina rota,
el público aterido,
la ciudad entera
encierra atmósferas y gravedades,
el animal,
el hombre-artista,
el concepto al medio,
un posible ataque,
solo habita en el estanque
desahuciados ya los peces sin color.

Caen las aristas
sobre el cuerpo muerto.
Cae el verbo
aprisionado entre las sombras de edificios
y arrabales desprovistos de sintaxis.

Suena un tango allá a lo lejos.
El océano se ahoga en amarillos.
Una forma de sentido-espuma.
Un escape hacia lo mismo.







Ríos de sangre

Lucía Cánobra Pompei



















Ríos de sangre
acaban en el triángulo perfecto
socavando en el torrente
es tu caricia entrelazada

Se deshace al tacto sin sabor
enlatada o putrefacta
ensimismada
sobre el atrio espeso de tus rezos

Oigo exclamo
grito ensombrecido
casi al alba tu otra pierna
sube entumecida hacia la mía

Nada huelo ya
la última sombra en el quirófano
sobrevuela el aire
un insecto evaporado a la mitad

Es absenta en la apertura
el filo se resbala abriendo sosteniendo
entre los dedos
la humedad incolora de placeres viejos

La sábana manchada
en ristre fases lunas sin lasciva perfección
obviando el trino el trigo la cosecha
que se pierde en fangos cubre el aluvión

La ceniza el animal furioso la doncella
en el cabalgo fatuo y desflorido de
mañanas que vendrán
que adivinan en el humo del desastre

Origamis figuritas mal dibujo
que retrata el acto enorme de fusión
de amores y relaves tóxicos
de espantos arribados en la atmósfera reciente









A la deriva de la deriva. Reflexiones a partir de "El sabor del agua", de Agustín Pereda

Lucía Cánobra Pompei
Diciembre, 2005





















Es necesario comenzar diciendo, susurrando tal vez sería mejor, que ya desde las primeras líneas: Cambia el curso de mi río, asegura el cruce antes de la madrugada, el tiempo (tiempo-clima / tiempo-destino / tiempo-vida), vemos, se nos avecina tormentoso. Sin haber cruzado aún el río, experimentamos, que la barca nos arroja al agua…, fría, a ratos maloliente, peligrosa, rápida, para dejarnos en completa sumisión al devenir, al trágico destino que ¿seguro? nos espera en cualquier vuelta o giro entumecido.

Pereda, como un mal timón -con conciencia de serlo-, causa el volcamiento y posterior dispersión de cuerpos, amistades, amores, dioses y recuerdos de un tipo más cercano al infinito que a la entraña o al regreso a casa. Porque claro, habrá que advertir, sin caer en la extrema tentación de revelar el giro sorpresivo que en algún extremo del descenso nos agobia todavía más, que acá no es posible esa cálida extremaunción. Nos hallamos a merced de la más indiferente de todas las derivas, a la deriva incluso de la propia deriva, que en su canto suave y anodino, nos revuelve los estómagos, nos lacera al sol de mediodía, nos repele el hambre, nos impulsa a un enorme remolino, a los infiernos, a los monstruos de simas imposibles, mitológicas. Esa desesperante deriva que nos provoca sed, sobre todo sed, de venganza, odio, ira. Y también de entrega, de sueño, de alucinación.

Es así como nos mecemos tristemente en este viaje. Sin ya esperanza de volver a nada. Un decurso extraño y tembloroso, que resigna el aire puro, la tranquilidad, el sueño amable. No sabemos si saludar desde lejos al autor, o derechamente acometerlo a golpes por habernos mostrado ese lugar. Lo cierto es que nos quedamos presos de inacción, asombro y duda, y ante eso, lo mejor, tal vez, sea esperar un tiempo razonable, el mismo tiempo que ha ocupado el vil Pereda -con todo respeto- en escapar y perderse para siempre en las aguas negras de su propio enigma…











El cercano límite de la ficción

Lucía Cánobra Pompei





















*
Un anciano vuela entre las nubes perforadas. Su mirada,
embriaga, sin embargo, al tacto de mis manos...
que resisten el acoso de la hierba.


*

Huyo entre mutilados árboles. Me sonríe el
canto del abismo. Un salto en gesto...
y el hastío
y la sombra
y el preciso borde o límite
o final.
Sin saberlo ni apreciarlo, la lluvia ha comenzado.


*
Subo a paso lento
en la ribera de aquel río. No hay más prisa que ese tiempo
en el diminuto espacio a cielo abierto,
desgarrado.


*
Una voz de frío encarna
y la traspasa lado a lado,
labios congelados
y un susurro en ciernes.
Quiebro el llanto hacia la orilla.
Me sumerjo y duermo.
Acuno el pecho,
olvido el tiempo del exceso,
esa noche,
el bosque,
la luna en tono ocre,
las forzadas caricias,
y una lucha o discusión
que fue la última...









Apariencia sin sentido

Lucía Cánobra Pompei
















El tren viaja vacío, a gran velocidad.
El desierto está cubierto de una espesa nube gris.
No llueve.
Nunca ha llovido.
Nunca lloverá.

Un público aburrido espera el paso, como si fuera un corredor
cansado, a punto de abandonar-se
en el cansancio de unas velas que recalan en bahías
imposibles, semicírculo rodeando al fuego
de los ciegos
de los vagos
de los límpidos amores de otro siglo.
El zumbido se congela.
Ya es de noche.

La luna se refleja en la extensión baldía.
Siglos en siniestro sino,
en la absurda vocación de los frenéticos dementes,
peregrinos,
que vacilan abordando el rumbo de la muerte.
Ya no hay puentes.
No hay señales, rieles, estaciones.
Todo se ha desvanecido en vano del calor,
la sombra autómata
y el verde musgo que desaparece a mil kilómetros.

Sin siquiera escancio espantos,
la posible estrofa, rima o desencanto.
Ya no existe el filo de armonías
ni el canto de gaviotas malolientes.
Ya no sigue el viento sobre el hierro empecinado
más que un triste encomio, o ráfaga,
y sin embargo suena, truena, engasta el pálido asidero
en los mortales.

Los ancianos mal vestidos, idolatran,
rasgan pieles, rostros y sangre.
Entre ellos corren, gritan;
se explican el fracaso propio, ajeno
y de ese antiguo movimiento
simple, acompasado,
apenas triste,
limpio,
que expira y se rebela,
monocorde o misterioso.

Entre ellos se replican los secretos,
realizan falsos gestos,
códigos que transparentan al instante.

Entre ellos cae el cielo negro,
la mentira de las direcciones.

Ya no existe entendimiento,
sólo un suelo blanco que revienta las pupilas;
que refleja la constante simetría
de un vagón vacío
que se interna en el desierto,
sin salir de la estación.









Historia de una clase, u otra...

Lucía Cánobra Pompei




















El sonido embauca cada nota
de vacío al aire;
congelamos el amanecer tardío
en uno y otro espacio, destinado
al arte de morir.

No existe melodía...

Aprendemos en el roce, en la dirección
de ascenso, incluso en la caída;
Interpretación de una mirada al bosque
de ancianos en silencio.
Ya los árboles han huido rumbo al norte.

No nos vemos, nos perdemos, no encontramos.

Una y otra vez nos requerimos;
al desierto lo culpamos por la sed y soledad.
En la huida está el encuentro
y el deforme abrazo que separa,
ahuyenta y acobarda.

No es el inicio, es un espejismo.

Rasga mi vestido en la sonrisa,
capa el borde misterioso del martillo
y el temblor sonoro que desciende hasta el final
de nuestro día.
No regreso, ya no voy, tan sólo duermo.

No es el final, es la penumbra.








Presentación de la Antología "La mujer rota"

Aurora Sansores Serrano




















Guadalajara, Jal., 10 dic 08 (CIMAC). Para cerrar el Foro Internacional de Poesía “La mujer rota”, la poeta y escritora Elena Poniatowska y Guadalupe Morfín, fiscal especial para los Delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra) de la PGR, presentaron el libro del mismo nombre, conformado por poesías de 350 poetas hispano parlantes, de los más de 700 que respondieron a la convocatoria de la poeta jalisciense Patricia Medina, en homenaje al centenario del natalicio de Simone de Beauvoir.

En su exposición, Patricia Medina explicó que el motivo de este libro fue dar visibilidad a tantas mujeres rotas del mundo, pues en él se encuentran poemas de mujeres que están en la cárcel, que vivieron violencia física, psicológica y sexual, incluyendo las crudas palabras de mujeres indígenas que fueron víctimas del poder, así como de hombres que vivieron en sus madres algún tipo de violencia. También hay el compromiso de todas las y los poetas participantes de llevar el contenido de su obra a las cárceles, hospitales y a todo lugar donde se encuentre una mujer rota.

La poeta Patricia Velasco fue la encargada de leer la "Declaración de Guadalajara", en la que, por acuerdo de las y los poetas hispanohablantes de diversos países ahí presentes y que participaron en el primer Foro Internacional de Poesía, se conformaba una asociación civil internacional, con la finalidad de ayudar a todas las mujeres rotas del mundo que requieren de atención jurídica, psicológica y afectiva.

Poniatowska y Morfin coincidieron en que era una importante aportación a una cultura de paz, fomenta la solidaridad, el cariño entre mujeres y el apoyo a las mujeres más olvidadas, pero lamentablemente no acaba con las mujeres rotas del mundo.

Durante su intervención, Poniatowska dijo que el libro contenía poemas de mujeres que están en un manicomio, que perdieron miembros por cáncer, que fueron violadas, que hablaba de mujeres que fueron asesinadas y de mujeres y madres de hombres que sucumbieron por el Alzhéimer.

Libro triste y aleccionador

Lamentó no poder tener en ese evento a Cindy Abreu, poeta de Mérida que fue encarcelada por secuestros y homicidios que cometió su marido, del que se había separado 6 años antes, “pero como no pudieron detenerlo a él, se la llevaron a ella, le hicieron cosas horribles y la sentenciaron a 20 años de prisión, la sociedad intelectual de Mérida la ha apoyado mucho y eso ha hecho que le rebajen su condena”.

Leyó poemas y prosas poéticas de mujeres y hombres poetas de diversos países y estados mexicanos, incluyendo el de mujeres indígenas tzotziles, en las que se remarcaba la violencia que viven las mujeres en los países de habla hispana.

Recalcó que “La mujer rota” era un libro muy importante en la lucha por una vida libre de violencia, acendra el feminismo y la hermandad de mujeres. “Este libro resalta la injusticia con que se ha tratado a la mujer en los países de lengua española, es un libro triste pero aleccionador, es indispensable para conocer la psique femenina”.

Un libro de esperanza

Por su parte Guadalupe Morfín hizo una comparación con el escrito de Alessandro Baricco en su obra Homero, Ilíada, en el que invita a crear una belleza distinta de la de la guerra. “La Ilíada es una obra clásica que recoge el sentir de la guerra, pero que le da la voz especialmente a las mujeres y a los vencidos, a las mujeres que al dialogar están posponiendo siempre el combate, están postergando la batalla”.

Explicó que "La mujer rota" fue ideado por tres poetas mujeres en el campus de la Universidad de Virginia hace años y lo lleva a la concreción la poeta jaliciense Patricia Medina, lo cual representaba un gran paso.

En entrevista exclusiva para Cimac-noticias, la Fiscal especial remarcó que este libro es una amorosa e importantísima contribución a una cultura de paz, que es precisamente aquella a la que las mujeres especialmente aspiramos y se realizó con la idea de que sea un libro puesto al alcance de mujeres en situaciones psiquiátricas, en hospitales, en centros de atención a víctimas, en las cárceles “en todos los lugares donde, para usar un término de Marcela Lagarde, las mujeres vivimos cautiverio”.

Dijo que es un libro de esperanza, que parte de la materia prima del dolor “pero se transmuta. El dolor, la ruptura, la exclusión, la segregación, la violencia, la invisibilidad, todo eso se transforma a través de la palabra poética, en una apuesta por la vida, en el otro rostro del odio, otro rostro del miedo y otro rostro del golpe”.

Resaltó que en la “Declaración de Guadalajara” leída por Patricia Velazco, una de las convocantes de este foro, se hizo patente que es la voluntad de las poetas que constituyen este libro hacer una asociación civil internacional, para ayudar a tender puentes, a dar la mano, con apoyo psicológico, psiquiátrico, médico y también jurídico, con mujeres que vivan una situación de opresión. Y aseguró: “en ese sentido, la fiscalía, en el ámbito federal, está a sus órdenes para acudir en su auxilio, en todo México”.

Finalmente afirmó que a la unión de las mujeres poetas y periodistas, en la lucha por una vida libre de violencia y contar con una mujer como titular de la Fiscalía especial para los delitos de violencia contra las mujeres y trata de personas de la PGR, sólo falta una cosa: “que los varones de la política dejen hablar a la voz femenina de su corazón y sean congruentes".

Por su parte, Elena Poniatowska dijo que era admirable lo hecho por Patricia Medina, porque es muy difícil reunir a tantas mujeres de tantos países y además encontrar un nivel bueno como el de esta Antología: “yo creo que sí fomenta la solidaridad, el cariño entre mujeres y el apoyo a las mujeres más olvidadas y a veces muy agredidas como en el caso de las lesbianas, el caso de las mujeres encarceladas, que a veces ni siquiera cometieron el delito del cual las acusan”.

Señaló que hay mujeres en otra forma de cárcel, por eso es importante llevarlo a un hospital de enfermos mentales: “yo conozco muchos casos de hombres que cuando se divorcian, para ganarle todo a la mujer, las declaran locas, esa también es una forma terrible de violencia para una mujer”.

Reconoció que en México ha habido algunos cambios para las mujeres, porque ya hay algunas que ocupan puestos importantes, como Guadalupe Morfín, pero que en general las mujeres son minimizadas. “Aquí estamos en un hotel en el que la limpieza la hacen las mujeres, los hombres están reservados a las mesas del comedor, las mujeres son las que limpian los excusados, entonces hay que ver que hasta en eso hay una especie de jerarquía”.

Para concluir recalcó que le gustaría mucho encontrar un recamarero, que estuviera haciendo lo que hacen las mujeres y remató: “es un ejemplo, pero en general, los trabajos que nadie quiere hacer, aunque esto recuerde lo horrible de Fox, los hacemos las mujeres”.








Poetas del Elqui: 2ª Parte

Patricia Ardiles














No hay más bella melodía que la voz del poeta recitando sus versos, ni oración más profunda que la de un poema sacado del alma.



En "Poetas de Elqui, I parte", mencioné a Luis Macaya y Caupolicán Peña, dos poetas que desde los 80s y tal vez antes, comenzaron con este oficio; quisiera destacar además a Samuel Núñez a quien tuve el agrado de conocer en Diciembre del año 2004. Desde entonces lo he visto luchando, creando, a cada momento, sin parar, frente a toda adversidad económica que implica publicar sus revistas literarias, es así como la flor de su vida se mantiene intacta en su poesía.

A continuación un poema de Samuel Núñez extraído de su poemario Tierra, Agua, Fuego, publicado en Marzo de 2003.


Había que crear el Mundo

Se rompe el silencio,
Ellos son los elegidos,
Se desarrolla el entendimiento
Entre la pareja y el supremo.
Día y noche los ojos pronuncian historias,
Las vidas derramadas,
Anduvieron todos los caminos,
Como una cadena sin tregua.
No hay ocaso posible
Para los elegidos.
Y llega el día,
Se estremecen los océanos,
La tierra se puebla de sueños,
Y en lo alto,
Un Sol, una Luna
Emergen inmensamente
Arrasando las almas en esta historia de arcilla.



Hablar de poesía, es hablar de las cosas simples de la vida, pero ¿quién puede interpretar de manera sencilla el pensamiento? Dos jóvenes poetas, Andrés Pulgar y Leonardo Campos.

Andrés Pulgar Marín, nació el 13 de Diciembre de 1982, hijo de Andrés y Violeta, su infancia transcurre en Vallenar, El Salvador y Diego de Almagro. Posteriormente se traslada a La Serena, donde radica actualmente. Escribe desde los 13 años; en Septiembre del 2004 publica la primera edición de Planetas Ebrios entrando en la sien. El año 2005 crea el periódico estudiantil literario "Revolucionarte"; también emerge desde las aulas la revista literaria Grito Errante. Conversando un poco con Andrés declara que los poetas son fomes, no así, la poesía: "La poesía salva de la rutina, hace que los días sean distintos". Le pregunto si le teme a la muerte y responde que más le teme a la gente que está muerta en vida, a los que no tienen esperanzas, los que buscan soluciones con psiquiatras, remedios y otras yerbas. Considera mejor hablar de sus amigos que responder preguntas, por eso menciona con mucho agrado a José Miguel Verdugo (que hoy es evangélico) y Ramón Rubina (aunque no sepa contestar mails, comenta). Andrés Pulgar, es un artista de pocas palabras, sabias y profundas palabras, prefiere escuchar con atención que hablar sin medida, amigo inseparable de su sombra; gestor de sueños y constructor de utopías, de gran imaginación y sano sentido del humor.



Revólver

Junta los gritos,
Las cenizas,
Los espejos
De bares cansados
De mi rostro,
El corazón marchito de un viejo dios,
La niebla ahogándose en tus aullidos.
Elígeme entre mi boca plagada de muertos,
Entre sombras por las que huyo
Sin tener cuerpo ni epitafio
Elígeme entre tu saliva, las llagas, los precipicios
Y guarda para ti los disparos sangrando en las nubes
Que en vano querrán deletrear el aire, tus uñas o la primavera.



Leonardo Campos, nativo de la provincia del Choapa, comuna de Illapel, cursó su enseñanza básica en la Escuela Santa María de Iquique, posteriormente se traslada a la ciudad de La Serena, donde culmina su enseñanza media. Estudió en la Universidad de La Serena, Pedagogía en Lenguaje, Comunicación y Filosofía, comienza a escribir desde muy joven inspirado por los valles del Choapa y Elqui. Hombre de gran corazón y simpleza, bondadoso con el prójimo, ermitaño de los rincones más inesperados. Publicó alguno de sus poemas en la Revista Añañuca de La Serena y en algunos boletines universitarios. Fanático de la lectura, entre sus escritores favoritos destacan, Huidobro, Teillier, Bukowski, Llosa, Neruda, entre otros. Lo que más desea en la vida, es publicar un "librito" con sus poemas.



Carta de un ahorcado

Artesana que clavas en mí tu alfiler
Y logras desahuciarme
En horabuena te revelas como arpía
Y dices lo que hondo va clavar

Gitana que das contra mí tu poder
Y haces que te nombre locamente con delirio
La verdad es que me matas
Y das para mí cerrada sepultura

Eres dama y yo callado peón que batalla
Eres música del cielo y de las almas
De lo que eres no habrá nada

Por esto quedo
Bajo un árbol cualquiera
Esperando reposo después de un infierno



No hay significado para el sentir profundo que reflejan nuestros artistas. Tampoco hay recetas ni metodologías para seguir paso a paso la composición del texto poético, solo imaginación, creación y una gran inspiración.








Arturo Volantines. Poetas del Valle de Elqui

Omar Pérez Santiago















La Serena tiene hermosas playas donde colocar la toalla en el verano y gente amable en una ciudad que crece. Y siempre hay un arte literario muy fértil e intenso. Los artistas están sentados en una tradición acaudalada: Manuel Magallanes Moure, Carlos Mondaca, Víctor Domingo Silva, Braulio Arenas. Y Gabriela Mistral, la poderosa Gabriela, Nóbel en 1945. Y ahora la generación de los 80 que se extiende.

La generación poética latinoamericana de los años 80 sufría de insularidad. El poeta se sentía solo y aislado, por que el poeta estaba solo y aislado, es tan simple. Se trata, pues, de un derrumbe total. No era una dicha vivir en Latinoamérica. Claro que no. Se sufre de insularidad, muro y hundimiento. Esa ansiedad de que llegue una carta, una noticia desde lejos. O esa ansia de que por los medios de comunicación se cuele algo que salve, que ilumine aunque sea por un día. El argentino Luis Benítez: “Nuestra generación fue un puñado de hombres solos / una pizca de mujeres destruidas, / un manojo de nadas sin zapatos, / el racimo de las viñas de la ira. / Yo que agonizo / me permito evocarte aunque mi recuerdo / te cause asco, nena, asco profundo”. Contra la fatalidad sólo queda la opción del exilio. Chao, me viro. Vivir en Latinoamérica era un letal error, literalmente un suicidio. Y si fatalmente no se podía emigrar, estaba el inxilio. En realidad, es el "islidio", reclusos en una isla.

Por primera vez, son poetas fuera del Estado. Antes, algo ligaba al Estado: una universidad, una beca, una fundación, un sindicato, un partido político o un club. Ahora, no tenían banderas, como cantaban Los Prisioneros. En Argentina, Uruguay, Perú o Paraguay, todos padecieron lo mismo. Es una generación, por primera vez, nacida al margen. Pateando piedras. Las razones las conocemos, no seguiré metiendo el dedo en la llaga. Nadie los apoyaba y nadie los apoyaría.

Pero en esas islas aparece una nueva ética: rechazan la renuncia y enfrentados al hastío, no dejan de inventar “peñas”, “retiros”, revistas, talleres de poesía, libros. Literatura entre las ruinas.La Serena también era una isla, un encierro geográfico. La ciudad tenía un solo camino de salida y de entrada (no tenía caso arrancar al desierto). Los poetas estaban tan confinados que no osaban ni siquiera mirar el mar, a pesar que son costeños. Sólo la playa y la arena. Tampoco el cielo nortino tan pródigo de estrellas, tan inspirador. Apenas ven las nubes. Su imagen predilecta es la ciudad de noche.

Ante la ruina, qué le vamos hacer, los poetas en Latinoamérica se reunieron en bares y peñas. Pero los serenenses, originales, se juntaron en un Café, un Café que ya no existe, pero igual es leyenda: el Café Tito´s. Publican numerosas revistas y trípticos (que alguna institución serenense debería recopilar y exponer). Mucha gente decente actuó culturalmente en La Serena, tal como están nombrados en la justa introducción a la Antología de la poesía del valle de Elqui, tomo I, de uno de los pilares, Arturo Volantines. Están representados en la antología Vivian Benz, Elba Jiménez, Susana Moya, Pablo Baeza, Yair Carvajal, Oscar Elgueta, Samuel Núñez, Bartolomé Ponce, Patricio Rodríguez, Agustín Pereda, Sergio Rodríguez Saavedra, Ricardo Rozas y Arturo Volantines.

Resumamos: la nueva poesía nace autónoma y a la orilla de las instituciones. El poeta asume un riesgo personal. Es decir, desde ahora cada poeta es libre de ser metapoético (Viviana Benz: “Sobre cadáveres / ruinas en la cima de las ruinas” o Ricardo Rozas: “ansío ser el ala / cambiando su curso / con sólo un latido”) o coloquial (Oscar Elgueta). Unos serán más sobrios y económicos en la utilización del lenguaje, casi epigramáticos (Yair Carvajal: “La muerte no es violenta. / Es suave. / Cuando el hambre / es el que / dispara.”). Suavemente surrealista (Elba Elena Jiménez). De influencia Beatnik (Samuel Núñez: “Los soldados de películas / han perdido, / todos se han dado cuenta”). Lárico (Sergio Rodríguez Saavedra). Un atrayente neobarroquismo de ficha origenista (Arturo Volantines: “La diabla cabalga indolida, a trote lento, / bestial y huidóbrica, por los llanos del cielo, / así la Carta della terra nuova retornará a la tinieblas”). En fin, Susana Moya escribe con influencias punk y contestataria: “Adicta de luna llena / me identifico loba / hereje ontológicamente / casta hasta cuando estoy en celo”.

¿La poesía imita la realidad o es un modo de fugarse del mundo? En los autores serenenses se percibe una tendencia a que este viejo dilema pierda sentido. Tienden a un arte real e irreal, a la vez. O mejor dicho, tienden a una transrealidad. Una suerte de virtualismo. Verse a sí mismo desde afuera, o desde al lado. Hay un tendencia a acercar la voz lógica (la poesía que se basa en la realidad) y la voz órfica (la poesía metafísica). Así nacen los mitos.

La Serena ya no es isla, las instituciones ya no están al margen de la cultura. Hay otras antologías dignas de leerse como la de Juvenal Ayala, Antología poética del Norte, Poetas de los Ochenta (1966). Colecciona a los nortinos: Carlos Marchant, Mayo Muñoz, Walter Rojas, Oscar Arancibia, José Martínez, Jorge Aracena, Guillermo Ross-Murray, Jaime Ceballos, Cecilia Castillo, Hernán Rivera Letelier, Luis Kong, Eduardo Díaz, Milko Cepeda, Sacha Díaz, Álvaro López, Wilfredo Santoro, Fernando Rivera, Gabriel Indey, Juan García Ro, Eduardo Aramburu, Juan Soñador Rivera, Samuel Núñez, Arturo Volantines, Elba Elena Jiménez, Bartolomé Ponce, Ramón Urbina, Julio Miralles, Susana Moya y Oscar Elgueta.

Sé que los escritores del norte, como los de otras zonas de Chile, sufren no tener eco. Los medios “nacionales” eluden referencia a la creación de provincias. De nuevo, el próximo verano veremos todos los días en la tele primeros planos y paneos lentos de bellos culos y tetas serenenses tirados en la playa. ¿Pero habrá, para la tierra de Gabriela Mistral, un solo día, un sólo minuto del verano para la creación poética?








Serpentina

Delmira Agustini





















En mis sueños de amor, ¡yo soy serpiente!
Gliso y ondulo como una corriente;
Dos píldoras de insomnio y de hipnotismo
Son mis ojos; la punta del encanto
Es mi lengua... ¡y atraigo como el llanto!
Soy un pomo de abismo.

Mi cuerpo es una cinta de delicia,
Glisa y ondula como una caricia...

Y en mis sueños de odio, ¡soy serpiente!
Mi lengua es una venenosa fuente;
Mi testa es la luzbélica diadema,
Haz de la muerte, en un fatal soslayo
Son mis pupilas; y mi cuerpo en gema
¡Es la vaina del rayo!

Si así sueño mi carne, así es mi mente:
Un cuerpo largo, largo de serpiente
Vibrando eterna, ¡voluptuosamente!




en Los astros del abismo, 1924