
La caminata solitaria, extravagante, diez kilómetros como si nada, bajo lluvia, sol, calor o polvo, ascensos y caídas. La señora va, mirando en el pasado con facilidad, observando cada giro; gritando, riendo a carcajadas, asimilando las pasadas existencias, con las que vendrán. La señora, así la llamábamos cada martes, cuando el viaje se alargaba eternamente antes de ese abrazo cálido y fuerte, como abraza la gente que no conoce el formulismo de ciudad. Ahí va ella, nadie al lado -al Señor jamás lo conocí-, como cada día, a tranzar con voz enorme al mercado de Asibila.
Te recuerdo, Abuela, diría ahora, sin pecar de plagios, señas no triviales o aún peores concomitancias. Te recuerdo porque el día está soleado, y sé que mañana lloverá. Te recuerdo porque necesito de ese abrazo entero, que sé que en mucho tiempo no tendré. Te recuerdo ahora porque sé que estás mirando, desde aquel cielo maldiciente, tu dedo índice apuntando al "ser supremo" que tantas veces te objetó en justicias y verdades. Te recuerdo y nos recuerdo a todos, felices, agrietados, embarrados..., sentados a una mesa alegre, bailando y sonsoneando a Bessie Smith.
Tu fotografía se ha quebrado y sin embargo la venero, junto a otras pocas que me dicen o susurran cada noche de verano, cuando el frío es aún lejano y me abandono en horas de la tarde y tu cuerpo me cobija hasta dormir...