Una niña entre dos mundos. Sobre "…Tiempo que se aleja", de Jazmín Deformes

Lucía Cánobra Pompei






















Cómo expresar en quince líneas, “poco más, poco menos”, la entereza al escribir. Cómo poder transmitir esa sensación en palabras, puntos, inflexiones.

Es acá donde el lenguaje reconoce al límite. Es acá hasta donde llega, ni un paso más. Es un darse cuenta doble, de lo que vendrá, de lo transcurrido. El silencio por una parte, un mar de imágenes transformadas en palabras; imágenes, sentimientos, sensaciones… Es este el …Tiempo que se aleja, cansado ya de habitar entre palabras, entre inútiles resabios, se recluye, minimiza…, se eterniza. Se plasma en el instante previo, en el ocaso derivable, en ese punto ciego e inmediato de una piedra en viaje al cielo. Ese instante en que no se sabe si asciende o cae. Un instante quieto, al fin y al cabo, inquietantemente quieto, se diría.

Nos encontramos con el borde imaginario de las cosas, una poesía simple entreverada en reflexiones puras, profundas, acaso insalvables. Jazmín se pierde entre los árboles, conscientemente, dejándose llevar por los suaves brazos de un trance plácido. Como niña de zapatos rojos, cruza en tiempos imprecisos impregnados de luz y fantasía, hacia el campo yermo, hacia el vacío y soledad. Como niña de vestido blanco, piensa sentada sobre una piedra que ha limpiado antes. Sólo entonces (no)decide (no)entrar. Observa un lado y otro, la sonrisa reaparece. Con una mueca en su boca –entre enojada y sorpresiva- provoca el sonido que hace una gota al caer en un pequeño charco. Apoya sus manos en la falda, la tranquilidad, el cansancio la vence. Tal vez se queda dormida, sin pensar en nada más…