
Divaga el resplandor,
aprieto, enciendo,
flagelizo entre paréntesis mi ánimo de ardid.
Canto sin saber la melodía;
ensalzo y me entremezclo con los fieles
rumbo a la montaña.
Mi vestido blanquecina,
una luz demente cubre mi cabello,
aún más amarillo.
Siento el alma muerta,
o tal vez me angustia el giro de su voz.
Siento que me muero a cada paso,
oigo el rezo sobre el horizonte
y la emoción termina de ocuparme,
usarme, acariciarme;
mis rodillas sienten un breve hilo de unión mística
y completa soy.
Ante la evidencia me someto una vez más,
sin apenas escuchar la petición,
mi ruego;
llagas, cuerdas y coronas de universos que me hieren,
las estrellas bailan frente a mí,
la luna mancha en sangre;
soy mujer y santa,
una rata en la cloaca,
se diría,
y el final de mi camino ante esa cruz en ruinas.
Ilustración: Delacroix